Capítulo 1:
El comienzo
Hacía
ya aproximadamente cuatro horas que había salido de su casa cuando vio que del
capó del coche salía humo, aparcó en el arcén maldiciendo. Esperó a que todos
los coches pasaran para poder salir a mirar que pasaba, pero nada podía hacer,
era nula en mecánica, siempre que pasaba algo así recurría a...
-Perfecto.
Justo hoy tenías que estropearte.-Dijo mientras caminaba alejándose del coche.
Todo
estaba saliendo mal, desde que se había despertado esta mañana todo iba de mal
en peor, primero tuvo que aguantar la llorera y el interrogatorio de su madre, después
la bronca de su mejor amiga, y ahora esto.
-¿Qué
más me puede pasar?
Intentó
parar algún coche para ver si alguien la podía ayudar, después de más de una
hora consiguió que un señor no muy mayor llamado Walter, parase y le echase un
vistazo al motor.
Según
él no podía hacer nada, debía dejar el coche aparcado tal como estaba y el
mismo se ofreció a llevarla al pueblo más cercano desde el cual podría avisar
al taller para que vinieran a por el coche lo antes posible y lo reparasen. La
ayudó a sacar su pequeña maleta del maletero y meterlo en el suyo.
-No
pareces muy habladora.- comentó después de unos minutos.
Hannah
se volvió para ver su rostro y vio que sonreía.
-Lo
siento, estoy algo cansada.
-¿Hacia
dónde te dirigías?
Volvió de nuevo la mirada hacia la ventana
dudosa de si contarle la verdad o no aquel extraño, al fin y al cabo la había
rescatado de morir de frio en medio de la nada.
-No
tenía un destino, simplemente conducía.
-Vaya...una
aventurera.
“O
una cobarde” pensó Hannah, ninguno de los dos volvió a abrir la boca en lo que
quedaba de camino.
Cuando
llegaron, la dejó frente a un pequeño comercio, que parecía una librería
bastante antigua, se despidió de ella con un simple gesto con la mano y se
marchó sin más.
Miró
a ambos lados de la calle y lo único que parecía abierto era aquella librería y
un bar que estaba al final de lo que parecía la calle principal del pueblo. Estaba
completamente perdida, en un pueblo pequeño en el cual no conocía a nadie, era
de noche y parecía que el tiempo no iba a acompañarla. No tenía ni idea de donde
iba a pasar la noche, todo, su plan se venía al traste por momentos pero no tenía
otra opción, no existía plan B, y tampoco podía volver junto a sus padres como
cuando era niña.
Entró
en la pequeña librería, y enseguida se enamoró de ella. Era mucho más espaciosa
de lo que parecía desde fuera, todas las paredes estaban cubiertas de estanterías
de madera y por supuesto, de libros, había tanto libros antiguos, como libros más
modernos, y justo al final un pequeño mostrador. No parecía haber nadie en la
tienda, dejó la maleta al lado de la puerta para que no le molestase al caminar
por la tienda, y se adentró por los estrechos pasillos de la librería.
Se
sorprendió ver que lo libros no estaban ordenados, ni por autor, ni por género,
ni si quiera estaban ordenados en las estanterías. Parecía que la persona que
se encargaba de mantener en orden el establecimiento no ponía demasiada
atención a como estaban las estanterías. ¿O lo hacía aposta?
-Buenas
tardes, estaba a punto de cerrar, pero le atenderé encantada.
Se
sorprendió al escuchar la voz de una señora mayor, aunque no parecía tener
mucho más de sesenta años su aspecto era de una persona muy desmejorada, era bajita
y algo regordeta pero aun así muy guapa y en sus ojos oscuros había mucha
dulzura.
-Lo
siento, no buscaba nada en concreto.-se disculpó, por un momento se sintió como
una intrusa.- Mi coche se estropeó en la carretera que viene hacia aquí y un
señor me trajo al pueblo, buscaba un taller, o lo más parecido a un mecánico.
-No
creo que encuentres nada de eso abierto a estas horas.
-Oh,
vaya, pues gracias.- Se dio la vuelta y fue hasta su maleta, cuando recordó que
no tenía ni idea de donde estaba, ni de si podría encontrar algún hotel que
tuviera habitación libre, ni de cómo llegar hasta el.- Disculpe, ¿podría decirme
como llegar a algún hotel?
La
mujer la miró de arriba abajo, y luego caminó lentamente hacia ella.
-Al
otro lado de la plaza hay un bar la calle que sube por su derecha te llevará
hasta un pequeño hotel, no es gran cosa pero estoy segura de que te gustará.
-Muchas
gracias.
Cogió
la maleta y abrió la puerta de la librería, antes de entrar tan solo hacia algo
de frio y corría un poco de viento, pero en los cinco minutos que ella le había
parecido estar en la librería se había puesto a llover.
Siguió
el camino que la mujer le había indicado y diez minutos después ya estaba
registrada y se había metido en la cama, había sido un día largo, necesitaba
descansar, pero no puedo evitar acordarse de su madre y de cómo se había tomado
su decisión de irse de casa...
**
Una semana antes...
Caminaba nerviosa por su habitación
buscando la mejor manera de contárselo a sus padres, después de todo lo que
había pasado sabía que no iba a ser nada fácil hacerles entender que aquel no
era su lugar, que ya no se sentía cómoda con ellos, a pesar de que los quería
con locura. Pero todo había cambiado, y ya tenía claro que no era ella la única
que había sufrido ese cambio, todo su mundo se había roto, y necesitaba
encontrar otro lugar donde empezar poco a poco de cero una nueva vida alejada
de todo el pasado.
Escuchó como la puerta de la calle
se cerraba y como las voces de sus padres fueron aumentando mientras se
acercaban a la puerta de su habitación, respiró hondo y salió a buscarlos.
-Mama, papa tengo que hablar con vosotros.
Su padre estaba terminando de
colgar los abrigos en el pequeño perchero de la entrada cuando volvió la cabeza
para mirarla. El creía conocerla y Hannah sabía que en ese momento estaba
intentando encontrar en sus gestos una pista de lo que ocurría, mientras que su
madre venia gritando por el pasillo desde su dormitorio.
-¿Qué pasa?-espetó nada más llegar
junto a ella.
-Mama, cálmate por favor.
-La última vez que nos dijiste esa
frase no eran buenas noticias Hannah, ¿Qué ha pasado ahora?
Hannah tembló al escuchar las
palabras de su madre, intentó borrar de su mente los recuerdos que estas le
habían traído y miró a su padre buscando algo de apoyo, este al ver su estado
asintió. Cogió a su mujer de la mano y mirándola a los ojos le pidió que se
calmara, la llevó hasta el sofá y se sentaron a esperar a que Hannah comenzara
a hablar.
-Sé que no he sido la mejor hija en
los últimos tiempos, sé que habéis intentado por todos los medios solventar
algo que nadie puede, y os prometí que no iba a dejar mis estudios y así fue,
pero este año es diferente...
-Cariño puedes quedarte en casa el
tiempo que haga falta.
-Lo sé papa, lo sé. Pero no
puedo... me habéis cuidado este tiempo y os lo agradezco, pero algo que tengo
que hacer sola. Necesito salir del nido, no puedo estar eternamente en casa de
mis padres, no soy una niña.
“Ya no” pensó.
-¿Y dónde vas a ir?- preguntó su
madre levantándose del sofá a pesar de que su padre intentó calmarla.- ¿Va a
volver a Londres?
Volvió a temblar al escuchar el
nombre de aquella ciudad que sin saberlo le había hecho tan infeliz,
-Me han hablado de una oferta de
trabajo...
-¿Dónde? –insistió su madre.
-En Bristol.-mintió.
-¿Bristol? ¿Te vas a Bristol?
-Si mama.- contestó desesperada.
-Rose, ¿Por qué no te sientas?
Hannah miró a su padre
agradeciéndole el gesto, pero sabía que eso no cambiaría nada. Siempre había
sido la niña de sus padres, pero después de lo ocurrido era la niña pequeña a
la que debían proteger de todo el mal que había en la sociedad.
-¿Cómo te puedes quedar sentado tan
tranquilo?-volviendo a mirar a su hija continuó.- ¿Porque te quieres ir? No lo
entiendo, aquí lo tienes todo, y si pasase algo... nosotros estaríamos a tu
lado esta vez.
Las últimas palabras habían sido
casi un sollozo.
-Rose, por favor, siéntate.
Rose se volvió hacia su marido pero
ante un gesto de este prefirió marcharse a su dormitorio. Cuando escuchó la
puerta cerrarse y supo que su mujer no podía escucharlos, se levantó y caminó
hacia su hija, le cogió de las manos y la obligó a mirarle a los ojos.
-¿Es por él verdad? ¿Por eso te
marchas?
-Es por todo papa, sus recuerdos
están aquí y...-luchando contra sus emociones- yo ya no soy quien era, y tengo
que seguir adelante...Durante muchos años viví sola y necesito volver a esa
vida, necesito volver a empezar.
-¿Crees que es lo mejor?
Se encogió de hombros.
-No lo sé, quizás me equivoque, pero
es lo que tengo que hacer. Todavía soy joven y no quiero quedarme anclada en
los recuerdos del pasado, necesito avanzar.
-Entonces hazlo, siempre estaremos
aquí por si nos necesitas.
Miró de nuevo a su padre, y vio a
su madre asomada en el pasillo, le sonrió dando a entender que al fin había
logrado entender que debía marcharse, aunque no lo tuviera tan claro.
**
A
la mañana siguiente desayunaba después de una larga noche en el bar que estaba
al final de la calle.
-No
tienes muy buena cara.
Al
levantar la cabeza de su café vio a un hombre calvo de ojos claros, que la
miraba fijamente mientras esperaba una respuesta convincente.
-No
he dormido muy bien.
-Entonces
te traeré el desayuno de la casa.
-No
hace falta con el café está bien.
Sintió
como le colocaban una mano en el hombro y al volverse vio a la mujer que
conoció ayer en la antigua librería.
-Lucas,
deja a la chica tranquila. Hola de nuevo, ¿te importa si me siento?
-No
claro que no.
-¿Lo
de siempre Rachel?
-Sí,
no me gusta que le des vacaciones a Oliver, me obliga a cerrar la tienda y
venir aquí a por el café.
El
hombre se marchó riéndose, y la mujer le volvía a prestar toda su atención.
-Vivo
justo arriba de la tienda, por suerte Tom pensó en todo al convertir nuestra
primera planta en una librería.
-Es
preciosa.
-Gracias,
siempre fue su sueño. Amaba los libros y tenía la necesidad de compartir esa
pasión con los demás. Un día me propuso cambiar nuestra casa para que el
pudiera hacerlo realidad, no pude negarme cuando me lo pidió. La librería le
hizo muy feliz durante el tiempo que pudo disfrutarla, y eso es lo único que me
importa.
-Lo
siento,-dijo al comprender sus palabras, ella se limitó a asentir.
-Desde
entonces vivo sola, mi hija se casó y se marchó hace años, no temía quedarme
sola porque siempre pensé que Tom estaría a mi lado. ¿Puedo preguntarte que
haces en Abbotsbury?
-No
lo sé, conducía sin rumbo fijo hasta que el coche se estropeó.
-¿Por
qué? -Rachel vio como torcía el gesto y entendió que era un asunto complicado y
decidió cambiar de tema.- ¿No tienes dónde ir?
-No,
cuando este arreglado el coche seguiré avanzando…
-Hagamos
un trato, no sé qué ocurrió para que decidieras coger el coche, pero sé que
tuvo que ser importante para que una chica tan joven como tu haya dejado todo
para acabar aquí. Algo me dice que puedo fiarme de ti, y necesito ayuda en la
tienda, la edad empieza a pasarme factura y me vendría bien un par de manos. No
puedo pagarte mucho, la tienda no da mucho dinero, pero a cambio puedo darte un
techo.
-Pero…
no me conoce de nada… yo no puedo.
-Es
cierto, no te conozco y tú a mí tampoco, pero ambas necesitamos compañía y tú además
también necesitas un techo. Soy madre y no creo que a tu madre le haga gracia
que su hija ande con el coche sin rumbo. Por favor hazlo por mí al menos, no me
hables de usted. No me puedes decir que no, ven vamos te enseñaré la casa.
Vio
como la mujer se levantaba de la mesa y volvió a hablar con el hombre que las
había atendido, y le hacía un gesto con la mano para que la siguiera. Cruzaron
la plaza hasta llegar a la librería, la siguió entre las estanterías hasta
llegar a una puerta que daba a unas estrechas escaleras.
Una
vez arriba sintió como la envolvía el calor de la pequeña chimenea que se
encontraba en la esquina del salón. No parecía muy grande la casa, pero era muy
acogedora, al lado del salón se encontraba la cocina. Al otro lado del salón
había una pequeña puerta, que por lo que pudo ver era un pequeño aseo.
-¿Te
gusta?
Se
volvió a la mujer que esperaba ansiosa su respuesta.
-Es
preciosa.
-Mira
ahora eres mi invitada estaría bien que conociera tu nombre, me puedes llamar
Rachel.
-De
acuerdo, mi nombre es Hannah.
-Un
nombre precioso, ¿de dónde vienes?
-De
Canterbury, no está muy lejos de Londres.
-Te
enseñaré tu habitación, tengo que bajar a abrir la librería.
La
siguió escaleras arriba, hasta una de las puertas que permanecían cerradas, la
abrió y se hizo a un lado permitiéndole pasar a ella primero. La habitación era
pequeña, con una cama individual, un escritorio y un armario, pero estaba
completamente decorada con posters, peluches, y un par de muñecas infantiles,
todo aquello le recordaba a como era su habitación antes de que se marchara a
la universidad, y de que todo pasara. Cuando regresó tras lo ocurrido la
odiaba, y le pidió a sus padres que cambiaran por completo la decoración, la
deba igual que muebles escogieran, le daba igual el color de la pared, lo único
que quería era olvidar que aquella habitación era la suya.
-Era
la habitación de mi hija,-aclaró Rachel.- pero ya hace muchos años que se
marchó. A pesar de que sigue creciendo, yo prefiero conserva su cuarto tal y
como era cuando era una niña.
-Yo...
no quiero molestar, eres muy amable pero...
-Hannah,
si algo sé es cuando alguien busca una salida. Entiendo que no confíes en una
extraña para contarle que te ocurre, pero solo te pido una oportunidad, si no
encuentras lo que buscas nunca te pondré quejas para que te marches.
Hannah
la miró y vio en ella los ojos de una madre preocupada, y no pudo negarse.
-Está bien Rachel,
acepto tu oferta.
La mujer la miró de nuevo
sonriendo y fue hacia ella tranquilamente, Hannah se dio cuenta por su mirada de
que estaba tomando la decisión correcta.
-Tomate hoy el día
libre, ve al taller tranquilamente y recoge tu maleta del hotel y ponte cómoda,
mañana empezaras a trabajar.
Se marchó con una
sonrisa en la cara dejándola sola en aquella habitación infantil. Se tumbó en
la cama y se dejó invadir por los recuerdos de su niñez, cuando su padre la
llevaba con la bicicleta por el pueblo, o cuando se escapaban de su madre para
comer chocolate, o cuando Amber se calló y tuvo que ir corriendo a avisar a sus
padres, todos ellos formaban parte de la antigua Hannah, aquella que había
desaparecido hace años.
Cerró los ojos
intentando reprimir las emociones que despertaban a ella, pero eran imposibles,
cada cosa que veía le recordaba que ya no era la misma, cada paso que daba le
daba a entender que todo había cambiado. La antigua Hannah jamás habría cogido
el coche y se hubiera marchado sin un rumbo fijo, la antigua Hannah nunca
habría abandonado de aquella manera a su familia después de todo el apoyo que me
habían dado, y la antigua Hannah nunca habría dejado plantada a su mejor amiga
cuando más la necesitaba.
Emma... estaba segura
de que todavía estaría disgustada con ella por cómo se fue, se lo dejó muy
claro el día que le contó, junto a su hermana que decisión había tomado...
**
Un semana antes...
Caminaba junto a su hermana por las calles de
Canterbury hasta el pub en el que habían quedado con Emma. Después de colgarle
de aquella manera intentó llamarla pero no se lo cogía, al final consiguió
convencerla cuando en un mensaje le dijo que tenía algo importante que contarle
y quería hacerlo en persona.
Cuando Amber y Hannah llegaron al Run of te mill,
los recuerdos le inundaron, tuvo que pararse para tomar aire porque notaba como
los pulmones se le cerraban, y como el corazón se le aceleraba. Su hermana se
paró a su lado sin entender porque se había detenido, pero le bastó mirarle a
la cara para saber que le pasaba.
-¿Quieres que...?
Hannah no supo cómo consiguió que su cabeza le
respondiera para negarle antes de que acabara la pregunta, sabía que Emma
estaba allí, había visto su coche aparcado en el aparcamiento, sabia porque
había elegido aquel bar, habían pasado allí demasiados buenos momentos, lo que
ella no sabía es que Hannah no había vuelto desde hacía años.
-Vamos.
Cuando entraron el camarero reconoció a su hermana y
le saludó con la mano, Hannah buscó con la mirada a su amiga y la encontró en
la mesa más alejada de la puerta. Solo se dio cuenta de que había empezado a
temblar cuando su hermana le cogió de la mano.
-¿Estas bien?
-Sí.
-Vale, me quedo aquí para que podáis hablar
tranquilas ¿vale?
Asintió sin apartar los ojos de la cabeza de su
amiga.
Cuando llegó a la mesa Emma levantó la vista de su móvil,
y con un gesto de cabeza le indicó que se sentara en la silla que quedaba en
frente de ella.
-Lo siento Emma... sé que no tengo ninguna excusa,
pero en ese momento yo...- dijo intentando luchar con sus emociones, pero no
pudo evitar que las lágrimas cayeran por sus mejillas.
-Sé que es difícil para ti Hannah, me daba mucho
miedo contártelo, pero eres mi mejor amiga, hemos pasado por todo esto juntas y
aunque sabía que te dolería pensaba que al menos una parte de ti se alegraría
por mí...
-Y lo hago,- la interrumpió.- de verdad que me
alegro.
Alargó la mano con intención de coger la suya,
cuando vio que no la apartaba siguió adelante, y ella se la apretó. Nunca se
habían peleado, jamás habían estado un solo día sin hablar, se consideraban
hermanas y eran capaces de perdonarse cualquier cosa. Siempre estuvieron muy
unidas pero después de todo lo que había ocurrido eran inseparables.
-Cuando todo pasó supe que algún día ocurriría esto,
por ti, por Amber, me decía a mí misma que estaría preparada para ello...
pero...
-Te entiendo, perdóname a mí, a veces se me olvida
por todo lo que has pasado, tenía que haber sido más comprensible.
-No tengo que perdonarte Emma, eres la única que
sabe la verdad y aun así después de todo sigues aquí, a mi lado.
Al fin la vio sonreír, y aquel gesto tranquilizó a
Hannah. La vio mirar a su alrededor y saludar con la mano que le quedaba libre
a su hermana que estaba sentada en la barra hablando tranquilamente con el
camarero.
-Tu hermano no pierde ocasión.
-No, siempre fue la más loca de las dos, pero es
feliz así.
-¿Qué tenías que contarme?
-Me marcho. –Soltó sin rodeos.- Emma no quiero
mentirte, eres la única que sabe lo que pasó de verdad y volverás a ser a única
que sepa esto. No tengo rumbo, no tengo ningún plan, no sé muy bien que estoy
haciendo pero necesito alejarme de este pueblo…
-El pueblo no es el problema Hannah... ¿tan...duro
es?
-Duele demasiado...-admitió al fin.- Es un dolor que
desgarra desde dentro, no puedo seguir aquí… no puedo…
-¿Y crees que huir es la solución? Él ya no está
Hannah, no puede hacerte daño, nunca más podrá acercase a ti.
-Lo sé, él no puede pero sus recuerdos sí.
-Entonces hazlo, pero llámame. Te quiero Hannah y no
hay nada que desee más que verte de nuevo feliz, y verte sonreír sin esa
tristeza en los ojos. Eres una gran chica y odio la persona en la que te has
convertido, pero también sé que eres una persona fuerte, y que superarás todo
esto, y yo estaré aquí esperándote. Yo y mi bebé.
-Gracias...
No hizo falta decir nada más, ella comprendía mejor
que nadie sus razones para desaparecer, aunque pudo ver en sus ojos que a pesar
del ánimo que le demostraba estaba triste por su marcha.
**
Cuando se despertó a la
mañana siguiente le dolía todo el cuerpo, se había quedado dormida leyendo. Se sorprendió al ver que estaba tapada con
una manta. Se incorporó en la cama y al
mirar a su alrededor se asustó, le costó recordar que se encontraba en casa de
aquella mujer, Rachel, y que ahora era su nueva compañera de piso como ella
había dicho la noche anterior.
Caminó hasta el baño y
sin mirar su reflejo en el espejo, se metió en la ducha y dejó que el agua se llevara
los malos recuerdos que le traían cada noche sus sueños. Consiguió calmar sus
emociones antes de bajar a desayunar, pero se sorprendió al no ver a Rachel por
allí, miró la hora y se dio cuenta de que había dormido más de la cuenta, eran
las diez de la mañana y con toda seguridad Rachel ya estaría en la librería
trabajando. Fue a por el bolso cuando se dio cuenta de que sobre la mesita del
salón junto a su bolso había una nota.
“No quería despertarte parecías
necesitar un buen descanso, siéntete como en tu casa, arréglate y desayuna
tranquilamente, y cuando estés lista baja. Rachel.”
Tal y como Rachel le
había pedido, caminó hasta la cocina para intentar eliminar de su cuerpo los
últimos rastros del sueño de aquella noche, con ayuda del café. Llevaba años sin
dormir toda la noche del tirón, ya había llegado a acostumbrarme a levantarse
con esa sensación en el cuerpo, pero al menos esta vez estaba en un lugar desconocido,
nada le recordaría a él.
Cuando se sintió
totalmente preparada bajó por las estrechas escaleras a la librería. Nada más
pasar la puerta le invadió, como la primera vez que entró, una mezcla de olores
entre libros nuevos deseosos de ser estrenados por sus recientes dueños y
libros antiguos que han pasado de mano en mano deseando volver a caer en manos
de un nuevo lector. No vio a Rachel por ninguna parte, y como no sabía muy bien
que hacer caminó por los pasillos acariciando los lomos de los libros.
-Eres igual que Tom.-
Rachel sonrió al otro lado del pasillo al ver su cara tras el susto, intentó
disimular una sonrisa pero no lo consiguió.- Lo siento. Tom, mi marido, también
le gustaba entrar en la librería y recorrer una y otra vez estos pasillos,
decía que los libros le hablaban, y que alguien debía escucharlos. Era muy
maleducado no hacerles caso, después de todo pasaba casi todo el tiempo con
ellos.
-Debía gustarle mucho
los libros.
-Así es, en su vida tan
solo tenía dos prioridades, la familia y esto,- hizo un gesto abarcando la
librería.- todo lo que ves aquí era lo que le hacía feliz. Había días en los
que no vendía nada, ni un solo libro, pero aun así él llegaba a casa con una
sonrisa en la boca. ¿Quieres saber que me contestaba cada vez que le preguntaba
cómo podía ser así?- Hannah asintió. -Me decía que aunque hubiera días malos,
aunque hubiera días en los que nadie entraba en la tienda, el daba gracias a
Dios por poder trabajar en algo que le apasionaba tanto.
-Era un hombre muy listo.
¿Qué...? perdón no quiero ser cotilla.
Rachel se acercó a ella
lentamente.
-No te preocupes, murió
hace unos años. Pero trabajar aquí ahora me lo devuelve cada día, aquí está su
alma y aquí es donde yo debo estar.
Asintió y se giró para
que no la viera limpiándose las lágrimas.
-Y, ¿vuestra hija nunca
quiso seguir los pasos de su padre?
Rachel se rio.
-Grace adoraba a su
padre por encima de cualquier cosa, pero nunca entendió la pasión que el sentía
por los libros. Pero Tom jamás se enfadó con ella, entendió en todo momento que
su hija quisiera seguir su propio camino y al igual que el buscó su propio
sueño hasta conseguirlo.
Caminamos hasta el
pequeño mostrador para empezar con las tareas pendientes de la librería.
-¿Has dormido bien?
-Si gracias.
-Sabes Hannah, cuando
perdí a Tom yo era como tú. Lo supe en cuanto te vi entrar por la puerta de la
tienda. No voy a preguntarte que pasó, no quiero obligarte a nada que no
quieras, pero si algún día necesitas hablar sabes que aquí tienes un par de
oídos que estarán encantados de escucharte. Y ahora vamos a trabajar, necesito
que me ayudes a colocar los nuevos libros que han llegado a la librería, suelen
ir en los estantes más altos y la verdad es que me sería de gran ayuda que te
encargaras de ello.
-Cla...claro, ahora
mismo. ¿Te puedo hacer una pregunta?
-Por supuesto.
-¿Por qué los libros no
están ordenados?
Rachel miró una a una
las estanterías que las rodeaban, estaba tan acostumbrada a ver así la librería
que no entendía como la gente al entrar se extrañaba.
-Tom siempre decía que
esta tienda debía hacer sentir a la gente como en casa, y normalmente llega un
momento en el cual las estanterías no pueden más pero aun así seguimos guardando
cosas en ellas, y yo bueno... no quise hacer ningún cambio cuando Tom se
marchó. Además según él era una estrategia de marketing,- Rachel al ver la cara
de Hannah aclaró:- normalmente las tiendas convencionales tienen los libros por
géneros e incluso dentro de cada género los tienen ordenados pos orden alfabético,
por lo que el cliente entra y va directo a lo que busca sin dejarse llevar. Sin
embargo el hecho de tener los libros así obliga al cliente a buscar, a
aventurarse a encontrar ese libro, ¿y quién sabe? A lo mejor encuentra algo mucho
mejor de lo que buscaba.
Se pusieron manos a la
obra enseguida, Hannah no pudo evitar girarse más de una vez mientras trabaja
para mirar a Rachel, la mayoría de las veces la pillaba mirándola y cuando se
daba cuenta de que la había pillado no se molestaba en disimularlo y le sonreía
y volvía a concentrarse en su trabajo. Nunca entendió que se le pasaba por la
cabeza cuando la miraba de aquella forma, ni porque había decidido ayudar a una
persona que no conocía de nada por el mero hecho de ver lo dolida que estaba en
mi interior. Pero le debía todo lo que tenía ahora mismo y a pesar de que no la
conocía de nada sentía que podía confiar en aquella mujer.
Poco después de haber
terminado de colocar todos los libros tal y como Rachel le había pedido y de
ayudarla a ordenar algunas facturas, escucharon la leve campanilla de la puerta
al abrirse. Antes de levantar la cabeza de los papeles que estaba estudiando en
ese momento Hannah sintió como un escalofrió le recorría toda la espalda de arriba
abajo. Levantó lentamente la mirada del papel y se quedó sin palabras al
verlo...
**
Marzo 2006
Llegaba tarde a clase de literatura, aquella mañana su
madre había olvidado poner el despertador, por lo que les había tocado vestirse
y desayunar muy deprisa para que les pudieran traer al colegio. Llamó a la
puerta antes de entrar y cuando el Profesor Perry le dio permiso para pasar,
caminó hasta mi sitio habitual, junto a la ventana.
-Bien cómo iba diciendo, esta semana me gustaría trabajar
con una obra que todos hemos leído y todos conocemos de memoria, Romeo y
Julieta, pero lo vamos a ver desde otro aspecto. Siempre se destaca el acto de
valentía que desempeñan los dos jóvenes por amor, pero quiero que lleguéis al
fondo de la cuestión, y para ello quiero que os juntéis con el compañero que
tenéis a vuestro lado para que hagáis un trabajo sobre la novela. Quiero que me
sorprendáis y sobre todo quiero que me hagáis sentir ganas de volver a leer la
novela entera para descubrir en que momento habéis captado un significado
especial oculto para los demás.
Miró a su derecha y volvió la cabeza enseguida de
nuevo hacia la pizarra. Sentía como un escalofrió le recorría la espalda y como
las palmas de las manos empezaban a sudarle. Llevaba meses sentándose junto a él,
pero nunca habían hablado,
¿De verdad tenemos que hacer un trabajo juntos?,
pensó Hannah.
No le hizo falta volverse de nuevo hacia él para
saber que la estaba mirando.
-¡Eh! ¿Estás en la tierra?
-No...Esto sí.
-Genial, ya pensaba que debía hacer el trabajo con
un extraterrestre. Soy Adam.
Lo dijo como si nadie supiera quien era.
Era el recién llegado, y como tal había llamado la
atención de todos los estudiantes, todos querían saber quién era, como era,
pero sobre todo, todos querían ser su amigo.
-Hannah.
Fue lo único que logró contestar, porque estaba hipnotizaba
por esos ojos azules que la miraban tan intensamente.
**
-¿Hannah? ¿Hannah? ¿Estás
bien?
Escuchaba la voz a lo lejos
de Rachel, e incluso sintió como le sujetaba por los hombros para llamar su
atención, pero Hannah no podía apartar los ojos de aquel rostro que le
resultaba tan familiar pero a la vez tan extraño.
“No puede ser real.”
Pensó.
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