23/2/15

Un nuevo amanecer, Prólogo



Enero 2007
Estaba distraída mirando por la ventanilla del coche mientras Emma canturreaba al compás de la radio. Sabía que estaba algo nerviosa y que intentaba con todas sus fuerzas disimularlo, pero a Hannah no conseguía engañarla. Era la primera vez que la convencía de que me acompañase a una fiesta, y por supuesto la idea no había sido suya sino de Adam.
Él había cambiado su vida, y no solo eso, había conseguido que cambiase su forma de ver de muchas cosas. Antes de conocerlo, Hannah era una chica tímida que prefería esconderse en una esquina leyendo en las horas libres, nadie sabía de su existencia ya que apenas llamaba la atención en clase, siempre se sentaba en la última fila de la clase, y se pasaba las clases mirando a través de la ventana. Así fue como conoció a Emma, tenían ocho años, y ella era la chica nueva.
A esa edad los chicos ya eran bastante crueles si no reunías los requisitos que ellos consideraban indispensables para formar parte de su círculo de amigos. Emma en aquella época era la más bajita de la clase y llevaba gafas, enseguida entendió cuál era el lugar que se le había otorgado. Justamente ese lugar estaba junto a la mesa de Hannah. Se pasaba las horas de clase mirándola, Hannah no sabía bien que buscaba en ella, suponía que intentaba averiguar el motivo por el cual también la marginaban a ella, hasta que un día se atrevió a saludarla, y desde entonces no se habían separado. Les daba igual ser invisibles en el colegio, al igual que en el instituto, vivían en su propia burbuja al margen del resto de alumnos.
Y allí estaban ahora, las dos marginadas del instituto, a punto de ir a la fiesta de una de las chicas más popular de la clase. Hannah odiaba estas fiestas, siempre le parecieron un aburrimiento, pero cuando conoció a Adam, él la arrastró a una de ellas, no se separó de su lado en ningún momento, y entonces su visión de las fiestas cambio por completo, siempre y cuando Adam estuviera con ella.
-¿Estás segura de que nos han invitado? Bueno... a ti ya sé que si... pero...
-Emma tranquila, nadie te va a decir nada, y si no estás a gusto solo tienes que decírmelo y nos volvemos a casa.
Asintió varias veces y murmuraba algo demasiado flojo como para que Hannah pudiera escucharla bien, parecía totalmente perdida, sabía cómo se sentía, y empezaba a pensar que había sido mala idea hacerle caso a Adam.
-Te has comprado la camiseta para la fiesta ¿verdad?
Miró la camiseta que su madre había comprado con ilusión el día anterior, Hannah estaba tan liada con un trabajo del instituto que ni siquiera tuvo tiempo para ir ella misma a buscarla.
-Sí, no tenía nada que ponerme.
-A Adam le va a encantar.
Sonrió, y Hannah se sonrojó al pensar en él, a pesar de que lo había visto esta mañana cuando fue a buscarla para ir a desayunar juntos, tenía ganas de verlo, de estar con él, estaba locamente enamorada de él.
Y entonces lo vio, apoyado en la barandilla de la entrada de la casa de Brenda, estaba esperándolas junto a algunos de sus amigos. Emma aparcó con mucho cuidado, para no dañar el coche de su madre.
En cuanto Adam la vio fue a su encuentro, sabía que Emma estaría nerviosa porque Hannah se lo había comentado esa misma mañana, así que fue corriendo a abrazarla a ella primero para tranquilizarla.
-Te lo vas a pasar en grande.- le aseguró, pero Emma no le hacía caso, estaba pendiente de la gente que entraba y salía de la casa, de los vasos que llevaban en la mano, y de la música que se oía de fondo.
Adam fue hacia Hannah, la sujetó con fuerza por las caderas y la acercó a su cuerpo.
-Tenía ganas de verte peque.
-Yo estaba pensando lo mismo hace unos minutos.
Ambos sonrieron y se besaron, el tiempo justo para no hacer sentir incomoda a Emma. Cuando entraron en la casa, Adam se negó a soltarla, las guio a través de la gente hacia la zona más tranquila, allí les presentó a algunos amigos. Emma poco a poco fue soltándose, y empezó a divertirse.
En un momento de la noche Adam arrastró a Hannah hacia el porche delantero de la casa, estaban solos, era tarde por lo que la mayoría de la gente estaba en el interior de la casa refugiándose del frio.
-Ven anda, no quiero que te pongas mala por mi culpa.
Sonrió y aceptó encantada el cobijo que le ofrecía entre sus brazos, se quedaron así un rato, mirando la luna. Un ruido dentro de la casa les llamó la atención a ambos, pero no se preocuparon al ver que la gente seguía tranquila.
-¿Si te pidiera que me acompañaras a un lugar, lo harías?
-Sabes que sí, no tienes ni que preguntarlo.
Sonrió y apretó más aun su abrazo, bajó la cara como si lo que fuera a decirle fuera un secreto que solo él y Hannah pudieran conocer.
-¿Ahora?
Se separó de él y lo miró buscando una respuesta idónea para aquella pregunta.
-¿Ahora? Adam estás loco.
-Venga Hannah, tengo una sorpresa preparada.
-Adam, he venido a la fiesta con Emma, no puedo irme sin ella.
-No está sola, estará bien, y volveremos antes de que se dé cuenta de que te has ido. Por favor, solo cinco minutos.
Miró de nuevo el interior de la casa, esperaba ver alguna señal para poder negarse, pero la verdad es que quería saber que era lo que tenía preparado.
-Solo cinco minutos.-dijo todavía dudosa.
-Prometido.
La arrastró de nuevo al interior de la casa, la cruzaron entera hasta salir por la puerta trasera. Dejó que Adam la arrastrase por el pequeño bosque que había tras la casa de Brenda, cualquier otra persona en su lugar hubiera estado nerviosa por el hecho de no saber cómo volver a la casa, pero con Adam siempre se sentía segura, y sabía que el conseguiría averiguar el camino de vuelta. Justo cuando empezaba a quejarse del frio que hacía y de que estaban tardando demasiado vio a lo lejos una pequeña cabaña, parecía un pequeño cobertizo de madera, y a través de la única ventana que tenía se podía ver que había luz en su interior. Cuando entraron parecía más grande que a primera vista pero aun así seguía siendo pequeño, había una cama una mesita de noche y un par de muebles sueltos.
-¿Dónde estamos?
Adam la abrazó por detrás y apoyó el mentón en su hombro.
-Es la pequeña cabaña del padre de Brenda, a veces le gusta salir y perderse en la naturaleza, pero no tiene el tiempo suficiente como para coger el coche e irse lejos de casa, así que como todo este terreno no es de nadie, decidió construir esta casita.
-Es... muy bonita.-logró decir después de mirarla de arriba abajo varias veces.
Adam se rio y la arrastró hasta la cama, se tumbaron y se taparon con la manta de lana. Estaban congelados, Adam buscó sus manos bajo la manta y se las llevó hasta la boca para intentar que entrasen el calor.
-¿Qué hacemos aquí?
-Quería estar contigo, últimamente nunca estamos solos, apenas podemos hablar. Además, tengo algo que proponerte.
-Tú dirás...
-Bueno... ambos nos vamos a ir a Londres a estudiar y es una suerte porque eso significa que podemos seguir juntos.-sonrió, pero bajó la mirada. Pocas veces había visto Hannah a Adams nervioso, pero esta era una de ellas.- Sé que somos jóvenes, que nos queda mucho por vivir, pero podríamos descubrirlo todo juntos.
-Ya estamos juntos.- aclaró apretándole las manos.
-Sí, lo sé, pero la universidad nos robará gran parte de nuestro tiempo y tú quieres buscar un trabajo para pagarte los gastos, ¿Qué nos quedará para estar juntos?
-Sacaremos tiempo...
-No.- le interrumpió.- No hará falta si vivimos juntos.
Hannah sintió como se le desencajaba la mandíbula por la sorpresa. Adam la miró con tristeza por no haber saltado como una loca gritando que si me iría a vivir con él, pero no podía, algo se lo impedía.
-Adam...yo...
-Piénsalo cariño, ahorraremos más si unimos los gastos en uno solo.
-Sí, ya bueno... pero es un paso enorme.
Adam cambió de postura para quedar justo encima de ella, cogió su cara entre sus manos y la besó. Sus besos eran distintos según su estado de humor, había veces que tan solo con un beso era capaz de demostrarle cuando la quería, y esta era una de esas ocasiones. Era tierno y dulce, un beso suave y pausado. Cuando por fin se apartó se miraron a los ojos, y entonces supo que no podía decirle que no, que a pesar del miedo que sentía al pensar en ello desaparecía cuando se imaginaba durmiendo cada noche entre sus brazos.
-Creo...creo que es buena idea.
**
Septiembre 2014
Ya ni sentarse en el balancín del porche era lo mismo. Cuando era niña le encantaba estar aquí, siempre se bajaba algún libro de la pequeña biblioteca de sus padres y se sentaba en el balancín hasta que ya no tenía más remedio que meterse en casa porque se había hecho de noche y era imposible seguir fuera.  Pero ya todo era diferente, y todavía no sabía a ciencia cierta si era el mundo el que estaba cambiando a su alrededor mientras ella seguía anclada o era ella la que giraba en sentido contrario al resto del mundo.
Suspiró mientras oía a través de la ventana las voces de sus padres hablando de cualquier cosa que estuvieran viendo en la tele, pero aun así cada pocos minutos ambos guardaban silencio para escuchar lo que hacía fuera después de tanto tiempo.
Se levantó y caminó hasta la barandilla, se apoyó en ella y cerró los ojos, deseaba estar en otro lugar, lejos de todos ellos, lejos de sus recuerdos y sobre todo lejos de ella misma, de la persona en la que se había convertido en todos estos años. Deseaba poder volver atrás, poder volver a hacer las cosas, poder tener tiempo de elegir otro camino, aquel que le llevara a la felicidad, y no el que finalmente le tocó vivir.
Justo en el momento en el que los recuerdos empiezan a aflorar en ella, sintió la vibración de su teléfono en el bolsillo de la chaqueta.
-¿Si?
-¡Hannah! ¿Dónde te habías metido? Llevo todo el día intentando hablar contigo y no hay manera. Necesito urgentemente a mi mejor amiga.
Aunque no la podía ver sabía que ahora mismo estaba haciendo un mohín, como cuando eran niñas.
-¿Qué pasa Emma?
La voz de Hannah sonaba apagada, como casi siempre, pero al parecer no sonó como debía ya que esta escuchó como su amiga salía del lugar donde estaba para poder escucharla mejor, eso solo significaba que le esperaba una buena charla al teléfono, por lo que volvió a sentarse en el viejo balancín.
-¿Qué ocurre?
-¿Por qué debe ocurrir algo?
Escuchó como resoplaba al otro lado de la línea y se la imaginó tranquilizándose a sí misma y contando hasta diez para hablarle de forma calmada, porque eso era lo que todos hacían ahora. Todos la veían como una muñeca rota, todos creían que debían estar siempre a su lado para que no resbalase, pero sobretodo Emma. Ella más que nadie sabía toda la verdad, todo lo que vivía durante años, todo lo que guardó dentro de ella.
Siempre intentaba ser clara con Hannah, pero cuando recordaba que era su mejor amiga y creía que se estaba pasando, se marchaba para tranquilizarse, al cabo de unos minutos volvía y la abrazaba. Así es como funcionaban siempre que discutían.
-Está bien, no preguntaré.
-¿Qué pasa Emma?
-Verás, ¿te acuerdas cuanto te dije que Robert y yo habíamos discutido?
-Emma, discutís prácticamente todos los días.
-Bueno...-no hizo caso a su comentario.- Pues me juré a mí misma que no volvería con él, era un capullo. Pero al final me llamó y se ofreció a venir a casa para que habláramos e intentáramos arreglar las cosas, y bueno ya sabes al final... pasó lo que pasó.
-Eso es bueno, ¿no?- esperó a que mi amiga contestara, pero no se escuchaba absolutamente nada.- Emma, ¿Qué pasa?
-Bueno la cuestión es que con las prisas y eso... nos dejamos llevar demasiado, y ahora estamos metidos en un pequeño problema.
-¿Y bien?
-Estoy embarazada.
-¿Qué?- se levantó del balancín de tal manera que el asiento rebotó en la pared y acabó devolviéndole el golpe en las piernas.- ¿Qué estas qué?
-Vale, si, estas enfadada, lo entiendo, de verdad. Pero... yo no quería, bueno ahora sí, pero no, ya sabes estas cosas pasan y bueno...
-¡Emma!
-Perdón, estoy hablando demasiado rápido.- suspiró y volvió a hablar y esta vez tenía muy claro lo que iba a decir.- Hannah, se lo que piensas de todo esto, de verdad, pero eres mi mejor amiga, la única en la que puedo confiar. Quiero a Robert, y si, discutimos todos los días, pero nos queremos y queremos estar juntos. Esto ha sido una sorpresa para ambos, y quiero tenerte a mi lado. Sé que es difícil para ti, pero te quiero, siempre has sido como una hermana...
Hannah se recordó a mí misma que debía seguir respirando, no se había dado cuenta de que había empezado a llorar hasta que sintió como una de sus lágrimas bajaba por su mejilla.
-Emma, yo... no puedo, lo siento.
Apagó el teléfono dejando a su mejor amiga sorprendida al otro lado, sabía que estaba mal lo que acababa de hacer, sabía que debía llamarla y disculparse por haber sido tan estúpida, pero no podía, el dolor era demasiado fuerte. Miró al frente y vio todo el pueblo iluminado, vio cómo la gente se preparaba para irse a dormir en breve y empezar un nuevo día con alegría, pero ella hacía años que no tenía esa sensación. Vivía continuamente anclada en el pasado, en el dolor de aquellos días. Se limpió las últimas lágrimas y entonces lo tuvo claro.
Este ya no era su hogar.

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