Enero 2007
Estaba distraída mirando por la
ventanilla del coche mientras Emma canturreaba al compás de la radio. Sabía que
estaba algo nerviosa y que intentaba con todas sus fuerzas disimularlo, pero a
Hannah no conseguía engañarla. Era la primera vez que la convencía de que me
acompañase a una fiesta, y por supuesto la idea no había sido suya sino de
Adam.
Él había cambiado su vida, y no
solo eso, había conseguido que cambiase su forma de ver de muchas cosas. Antes
de conocerlo, Hannah era una chica tímida que prefería esconderse en una
esquina leyendo en las horas libres, nadie sabía de su existencia ya que apenas
llamaba la atención en clase, siempre se sentaba en la última fila de la clase,
y se pasaba las clases mirando a través de la ventana. Así fue como conoció a
Emma, tenían ocho años, y ella era la chica nueva.
A esa edad los chicos ya eran
bastante crueles si no reunías los requisitos que ellos consideraban
indispensables para formar parte de su círculo de amigos. Emma en aquella época
era la más bajita de la clase y llevaba gafas, enseguida entendió cuál era el
lugar que se le había otorgado. Justamente ese lugar estaba junto a la mesa de
Hannah. Se pasaba las horas de clase mirándola, Hannah no sabía bien que
buscaba en ella, suponía que intentaba averiguar el motivo por el cual también
la marginaban a ella, hasta que un día se atrevió a saludarla, y desde entonces
no se habían separado. Les daba igual ser invisibles en el colegio, al igual
que en el instituto, vivían en su propia burbuja al margen del resto de
alumnos.
Y allí estaban ahora, las dos
marginadas del instituto, a punto de ir a la fiesta de una de las chicas más
popular de la clase. Hannah odiaba estas fiestas, siempre le parecieron un
aburrimiento, pero cuando conoció a Adam, él la arrastró a una de ellas, no se
separó de su lado en ningún momento, y entonces su visión de las fiestas cambio
por completo, siempre y cuando Adam estuviera con ella.
-¿Estás segura de que nos han
invitado? Bueno... a ti ya sé que si... pero...
-Emma tranquila, nadie te va a
decir nada, y si no estás a gusto solo tienes que decírmelo y nos volvemos a
casa.
Asintió varias veces y murmuraba
algo demasiado flojo como para que Hannah pudiera escucharla bien, parecía totalmente
perdida, sabía cómo se sentía, y empezaba a pensar que había sido mala idea
hacerle caso a Adam.
-Te has comprado la camiseta para
la fiesta ¿verdad?
Miró la camiseta que su madre había
comprado con ilusión el día anterior, Hannah estaba tan liada con un trabajo del
instituto que ni siquiera tuvo tiempo para ir ella misma a buscarla.
-Sí, no tenía nada que ponerme.
-A Adam le va a encantar.
Sonrió, y Hannah se sonrojó al
pensar en él, a pesar de que lo había visto esta mañana cuando fue a buscarla
para ir a desayunar juntos, tenía ganas de verlo, de estar con él, estaba
locamente enamorada de él.
Y entonces lo vio, apoyado en la barandilla
de la entrada de la casa de Brenda, estaba esperándolas junto a algunos de sus amigos.
Emma aparcó con mucho cuidado, para no dañar el coche de su madre.
En cuanto Adam la vio fue a su
encuentro, sabía que Emma estaría nerviosa porque Hannah se lo había comentado
esa misma mañana, así que fue corriendo a abrazarla a ella primero para
tranquilizarla.
-Te lo vas a pasar en grande.- le
aseguró, pero Emma no le hacía caso, estaba pendiente de la gente que entraba y
salía de la casa, de los vasos que llevaban en la mano, y de la música que se oía
de fondo.
Adam fue hacia Hannah, la sujetó
con fuerza por las caderas y la acercó a su cuerpo.
-Tenía ganas de verte peque.
-Yo estaba pensando lo mismo hace
unos minutos.
Ambos sonrieron y se besaron, el
tiempo justo para no hacer sentir incomoda a Emma. Cuando entraron en la casa,
Adam se negó a soltarla, las guio a través de la gente hacia la zona más
tranquila, allí les presentó a algunos amigos. Emma poco a poco fue soltándose,
y empezó a divertirse.
En un momento de la noche Adam
arrastró a Hannah hacia el porche delantero de la casa, estaban solos, era
tarde por lo que la mayoría de la gente estaba en el interior de la casa
refugiándose del frio.
-Ven anda, no quiero que te pongas
mala por mi culpa.
Sonrió y aceptó encantada el cobijo
que le ofrecía entre sus brazos, se quedaron así un rato, mirando la luna. Un
ruido dentro de la casa les llamó la atención a ambos, pero no se preocuparon
al ver que la gente seguía tranquila.
-¿Si te pidiera que me acompañaras
a un lugar, lo harías?
-Sabes que sí, no tienes ni que
preguntarlo.
Sonrió y apretó más aun su abrazo,
bajó la cara como si lo que fuera a decirle fuera un secreto que solo él y Hannah
pudieran conocer.
-¿Ahora?
Se separó de él y lo miró buscando
una respuesta idónea para aquella pregunta.
-¿Ahora? Adam estás loco.
-Venga Hannah, tengo una sorpresa
preparada.
-Adam, he venido a la fiesta con
Emma, no puedo irme sin ella.
-No está sola, estará bien, y
volveremos antes de que se dé cuenta de que te has ido. Por favor, solo cinco
minutos.
Miró de nuevo el interior de la
casa, esperaba ver alguna señal para poder negarse, pero la verdad es que
quería saber que era lo que tenía preparado.
-Solo cinco minutos.-dijo todavía
dudosa.
-Prometido.
La arrastró de nuevo al interior de
la casa, la cruzaron entera hasta salir por la puerta trasera. Dejó que Adam la
arrastrase por el pequeño bosque que había tras la casa de Brenda, cualquier
otra persona en su lugar hubiera estado nerviosa por el hecho de no saber cómo
volver a la casa, pero con Adam siempre se sentía segura, y sabía que el
conseguiría averiguar el camino de vuelta. Justo cuando empezaba a quejarse del
frio que hacía y de que estaban tardando demasiado vio a lo lejos una pequeña
cabaña, parecía un pequeño cobertizo de madera, y a través de la única ventana
que tenía se podía ver que había luz en su interior. Cuando entraron parecía más
grande que a primera vista pero aun así seguía siendo pequeño, había una cama
una mesita de noche y un par de muebles sueltos.
-¿Dónde estamos?
Adam la abrazó por detrás y apoyó
el mentón en su hombro.
-Es la pequeña cabaña del padre de
Brenda, a veces le gusta salir y perderse en la naturaleza, pero no tiene el
tiempo suficiente como para coger el coche e irse lejos de casa, así que como
todo este terreno no es de nadie, decidió construir esta casita.
-Es... muy bonita.-logró decir después
de mirarla de arriba abajo varias veces.
Adam se rio y la arrastró hasta la
cama, se tumbaron y se taparon con la manta de lana. Estaban congelados, Adam
buscó sus manos bajo la manta y se las llevó hasta la boca para intentar que
entrasen el calor.
-¿Qué hacemos aquí?
-Quería estar contigo, últimamente
nunca estamos solos, apenas podemos hablar. Además, tengo algo que proponerte.
-Tú dirás...
-Bueno... ambos nos vamos a ir a
Londres a estudiar y es una suerte porque eso significa que podemos seguir
juntos.-sonrió, pero bajó la mirada. Pocas veces había visto Hannah a Adams
nervioso, pero esta era una de ellas.- Sé que somos jóvenes, que nos queda mucho
por vivir, pero podríamos descubrirlo todo juntos.
-Ya estamos juntos.- aclaró
apretándole las manos.
-Sí, lo sé, pero la universidad nos
robará gran parte de nuestro tiempo y tú quieres buscar un trabajo para pagarte
los gastos, ¿Qué nos quedará para estar juntos?
-Sacaremos tiempo...
-No.- le interrumpió.- No hará
falta si vivimos juntos.
Hannah sintió como se le
desencajaba la mandíbula por la sorpresa. Adam la miró con tristeza por no
haber saltado como una loca gritando que si me iría a vivir con él, pero no podía,
algo se lo impedía.
-Adam...yo...
-Piénsalo cariño, ahorraremos más
si unimos los gastos en uno solo.
-Sí, ya bueno... pero es un paso
enorme.
Adam cambió de postura para quedar
justo encima de ella, cogió su cara entre sus manos y la besó. Sus besos eran
distintos según su estado de humor, había veces que tan solo con un beso era
capaz de demostrarle cuando la quería, y esta era una de esas ocasiones. Era
tierno y dulce, un beso suave y pausado. Cuando por fin se apartó se miraron a
los ojos, y entonces supo que no podía decirle que no, que a pesar del miedo
que sentía al pensar en ello desaparecía cuando se imaginaba durmiendo cada
noche entre sus brazos.
-Creo...creo que es buena idea.
**
Septiembre 2014
Ya ni sentarse en el
balancín del porche era lo mismo. Cuando era niña le encantaba estar aquí,
siempre se bajaba algún libro de la pequeña biblioteca de sus padres y se
sentaba en el balancín hasta que ya no tenía más remedio que meterse en casa
porque se había hecho de noche y era imposible seguir fuera. Pero ya todo era diferente, y todavía no sabía
a ciencia cierta si era el mundo el que estaba cambiando a su alrededor
mientras ella seguía anclada o era ella la que giraba en sentido contrario al
resto del mundo.
Suspiró mientras oía a
través de la ventana las voces de sus padres hablando de cualquier cosa que
estuvieran viendo en la tele, pero aun así cada pocos minutos ambos guardaban
silencio para escuchar lo que hacía fuera después de tanto tiempo.
Se levantó y caminó
hasta la barandilla, se apoyó en ella y cerró los ojos, deseaba estar en otro
lugar, lejos de todos ellos, lejos de sus recuerdos y sobre todo lejos de ella misma,
de la persona en la que se había convertido en todos estos años. Deseaba poder
volver atrás, poder volver a hacer las cosas, poder tener tiempo de elegir otro
camino, aquel que le llevara a la felicidad, y no el que finalmente le tocó
vivir.
Justo en el momento en
el que los recuerdos empiezan a aflorar en ella, sintió la vibración de su
teléfono en el bolsillo de la chaqueta.
-¿Si?
-¡Hannah! ¿Dónde te habías
metido? Llevo todo el día intentando hablar contigo y no hay manera. Necesito
urgentemente a mi mejor amiga.
Aunque no la podía ver
sabía que ahora mismo estaba haciendo un mohín, como cuando eran niñas.
-¿Qué pasa Emma?
La voz de Hannah sonaba
apagada, como casi siempre, pero al parecer no sonó como debía ya que esta
escuchó como su amiga salía del lugar donde estaba para poder escucharla mejor,
eso solo significaba que le esperaba una buena charla al teléfono, por lo que volvió
a sentarse en el viejo balancín.
-¿Qué ocurre?
-¿Por qué debe ocurrir
algo?
Escuchó como resoplaba
al otro lado de la línea y se la imaginó tranquilizándose a sí misma y contando
hasta diez para hablarle de forma calmada, porque eso era lo que todos hacían
ahora. Todos la veían como una muñeca rota, todos creían que debían estar
siempre a su lado para que no resbalase, pero sobretodo Emma. Ella más que
nadie sabía toda la verdad, todo lo que vivía durante años, todo lo que guardó
dentro de ella.
Siempre intentaba ser
clara con Hannah, pero cuando recordaba que era su mejor amiga y creía que se
estaba pasando, se marchaba para tranquilizarse, al cabo de unos minutos volvía
y la abrazaba. Así es como funcionaban siempre que discutían.
-Está bien, no
preguntaré.
-¿Qué pasa Emma?
-Verás, ¿te acuerdas
cuanto te dije que Robert y yo habíamos discutido?
-Emma, discutís
prácticamente todos los días.
-Bueno...-no hizo caso
a su comentario.- Pues me juré a mí misma que no volvería con él, era un
capullo. Pero al final me llamó y se ofreció a venir a casa para que habláramos
e intentáramos arreglar las cosas, y bueno ya sabes al final... pasó lo que
pasó.
-Eso es bueno, ¿no?-
esperó a que mi amiga contestara, pero no se escuchaba absolutamente nada.-
Emma, ¿Qué pasa?
-Bueno la cuestión es
que con las prisas y eso... nos dejamos llevar demasiado, y ahora estamos
metidos en un pequeño problema.
-¿Y bien?
-Estoy embarazada.
-¿Qué?- se levantó del
balancín de tal manera que el asiento rebotó en la pared y acabó devolviéndole
el golpe en las piernas.- ¿Qué estas qué?
-Vale, si, estas
enfadada, lo entiendo, de verdad. Pero... yo no quería, bueno ahora sí, pero
no, ya sabes estas cosas pasan y bueno...
-¡Emma!
-Perdón, estoy hablando
demasiado rápido.- suspiró y volvió a hablar y esta vez tenía muy claro lo que
iba a decir.- Hannah, se lo que piensas de todo esto, de verdad, pero eres mi
mejor amiga, la única en la que puedo confiar. Quiero a Robert, y si, discutimos
todos los días, pero nos queremos y queremos estar juntos. Esto ha sido una
sorpresa para ambos, y quiero tenerte a mi lado. Sé que es difícil para ti,
pero te quiero, siempre has sido como una hermana...
Hannah se recordó a mí
misma que debía seguir respirando, no se había dado cuenta de que había
empezado a llorar hasta que sintió como una de sus lágrimas bajaba por su
mejilla.
-Emma, yo... no puedo,
lo siento.
Apagó el teléfono
dejando a su mejor amiga sorprendida al otro lado, sabía que estaba mal lo que
acababa de hacer, sabía que debía llamarla y disculparse por haber sido tan
estúpida, pero no podía, el dolor era demasiado fuerte. Miró al frente y vio
todo el pueblo iluminado, vio cómo la gente se preparaba para irse a dormir en
breve y empezar un nuevo día con alegría, pero ella hacía años que no tenía esa
sensación. Vivía continuamente anclada en el pasado, en el dolor de aquellos
días. Se limpió las últimas lágrimas y entonces lo tuvo claro.
Este ya no era su hogar.
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