17/3/14

Entre dos mundos, Capítulo 3

Eric siguió a Mia hasta el sofá, y se sentó a su lado. No se dio cuenta de que sujetaba su mano con demasiada fuerza, hasta que ella le dio un apretón para que disminuyera el suyo.
-Eric lo que te voy a contar lo sabe muy poca gente, no es algo de lo que me resulte fácil hablar. Son recuerdos que no me gustan que salgan a la luz porque a pesar de que hace muchos años, siguen haciendo daño a día de hoy. Quise habértelo contado cuando nos conocimos pero sentí miedo de que tu visión de mi cambiara, ese miedo sigue estando ahí pero me duele no ser sincera contigo, me duele que discutamos por estas cosas.
-A mí también cariño, yo solo quiero... entenderte.
Mia asintió.
-Lo sé, y lo comprendo. La verdad es que no sé ni cómo empezar para que no suene tan... trágico.
-Por donde te sientas más segura.
-Eric mi madre, no es mi madre. Para mí sí que lo es, pero biológicamente hablando no. Mis padres se criaron ambos en una ciudad muy grande, cuando se casaron querían formar una familia y no creyeron que aquel lugar fuera el mejor. Buscaron el lugar perfecto hasta que dieron con él, pero por desgracia mi madre no se podía quedar embarazada, lo intentaron año tras año, hasta que se rindieron. Hasta que un día mi madre fue al médico creyendo tener la gripe y le dijeron que estaba embarazada, no se lo podían creer al fin iban a ser padres. Nueve meses después dos bebés nacieron.
-¿Dos? ¿Mellizos?
-Gemelas. –Aclaró Mia.
-Mia no sabía que tuvieras una hermana...
-No la tengo. Déjame continuar, por favor. –Eric asintió.- Mis padres no cabían en sí de gozo, pero con el paso de los meses se dieron cuenta lo difícil que era cuidar de dos niñas a la vez, aun así lo hacían día tras día encantados. Con el paso de los años la relación de mis padres se fue haciendo más tensa, las cosas en el trabajo no iban muy bien y eso afectaba en casa y discutían más a menudo. Un día estuvieron toda la mañana discutiendo, y nosotras desde arriba lo escuchamos todo, no queríamos bajar a ver qué pasaba nos daba miedo. Pero por la tarde mi padre sorprendió a mi madre con un regalo, un vale para una especie de balneario, para el día siguiente. Y así fue, a nosotras nos dejaron en casa de nuestra vecina, ella era algo más joven que nosotros ahora, creo que tenía unos dieciocho años. Ella nos cuidaba muy bien, no era la primera vez que lo hacía. Ya sabía que yo era la traviesa y Helen la más tranquila de las dos. Aquel día Helen se cayó por mi culpa estábamos jugando y sin querer la empujé y se cayó, recuerdo que se hizo mucho daño. Así que mi vecina y ella se metieron en casa para curarla, yo me quedé fuera porque me sentía culpable por haberle hecho daño. Me quedé quietecita como me habían enseñado, pero...
Mia se quedó sin aire al recordar lo que ocurrió después, lo que llevaba viendo durante tantos años en sus sueños, ahora tenía que contárselo a Eric y no sabía cómo hacerlo sin hundirse.
-Todo pasó muy rápido, la casa empezó a arder como si nada, yo me quedé quieta esperando a que ellas salieran pero no lo hacían. Yo tenía miedo, no...
Eric abrazó a Mia al comprender todo lo que intentaba decirle.
-Tranquila Mia.
-Hay más.
-¿Más?-Mia asintió- Otro día cariño, no hace falta...
-No. Por favor déjame seguir, no sé si otro día podré volver a empezar. –Eric asintió, sabiendo que no la haría cambiar de opinión.- Nadie salió de la casa. A mí me agarraron por detrás, era la madre de mi vecina, acababa de llegar y estaba viendo lo que sucedía a mi lado sin poder hacer nada. Al rato llegaron los bomberos y la policía, consiguieron apagar el fuego, pero... no había supervivientes. Mi hermana y mi vecina habían muerto en el incendio. Cuando mis padres se enteraron de todo estaban destrozados, no dejaban de llorar y yo me sentía culpable. Podría haber entrado a salvarla o a buscarla, ella era la lista, ella era mejor que yo. Había sido mi culpa, si yo no la hubiera empujado sin querer ella no hubiera... –Mia paró intentando tranquilizar sus emociones.- Cuando... cuando pasó un tiempo mis padres no lograron sobreponerse, decían que yo les recordaba mucho a ella, que no podían mirarme sin recordar lo sucedido, que debían tomarse unas vacaciones hasta superar lo de Helen. En su día no entendí lo que querían decir, solo sé que me dejaron con Linda y me prometieron que volverían a buscarme en unos meses. El tiempo pasó y nadie apareció. Linda consiguió mi custodia sin problemas, mis padres no quisieron saber nada de mí tras lo ocurrido, y así fue como se convirtió en mi madre.
-Mia...no...No sé qué decir.
-No tienes por qué decir nada Eric. El día del incendio perdí a mi hermana y a mis padres, pero Linda me crio, me dio una vida y siempre se lo agradeceré. No sé qué habría sido de mí si no hubiera sido porque ella me acogió. Ella era viuda, perdió a su marido muy joven y no llegaron a tener hijos.
-¿Cuántos años tenías?
-Seis. Han pasado ya muchos años y aun así todavía duele.
-Cariño es normal. Eras muy pequeña, eres demasiado fuerte.
Eric cogió a Mia de las manos y la guio hasta conseguir que se sentara sobre sus rodillas, la abrazó lo más fuerte que pudo. Quiso consolarla pero sabía que nada de lo que pudiera hacer la haría sentir mejor.
-Eric... –Susurró ella junto a su cuello.
-Dime.
-Mis pesadillas... veo cada noche el fuego, se me olvida quien está dentro es como si no lo recordara, pero veo la casa arder noche tras noche. Desde aquel día nunca duermo bien, por eso me levanto como me levanto cada mañana.
-Gracias por contármelo Mia, significa mucho para mí.
Y así se quedaron hasta que vieron caer el sol. Ninguno de los dos volvió a abrir la boca, no querían romper aquel momento. Ya habían hablado suficiente. A pesar del dolor que sentía Eric por su chica, por saber el calvario que había pasado, se sentía la persona más feliz del mundo. Al fin había conseguido que ella confiase en él, ahora debía averiguar cómo conseguir que ella también consiguiera ser feliz, junto a él.
**
Marie esperaba ansiosa a que su amiga saliese de casa. Normalmente solían quedar para ir juntas a la universidad, pero desde aquella pequeña discusión, Mia no la había llamado. Pero ella necesitaba hablar con ella y disculparse por haber sido tan dura.
-¿Espiando?
La voz de Eric en su espalda hizo que Marie resbalase y acabase en el suelo. Eric enseguida la cogió para ayudarla a levantarse. Intentó disimular su sonrisa, pero no lo consiguió.
-Perdona, no quería asustarte.
-Eric, ¿Qué haces? Casi me da un infarto.
-Bueno la pregunta sería que haces tú aquí escondida. Me iba a clase cuando te he visto, y me pareció gracioso asustarte por detrás.
-Sí, muy gracioso.
-Hola.
La voz de Mia en su espalda hizo que se pusiera tensa. Se volvió para devolverle el saludo y cuando la vio sonreír todas sus preocupaciones por la discusión del otro día se disiparon.
-Bueno, yo me voy que al final llego tarde.
-¿Qué haces aquí?
-Vine a buscarte, yo quería disculparme.
-Espera. Déjame hablar a mi primero ¿vale?- Marie asintió incrédula, ¿Aquella era su amiga?- No hace falta que te disculpes, todo lo contrario, tengo que ser yo quien te pida perdón. El otro día tu solo intentaste hacerme ver la realidad. Estaba obcecada en no contarle nada a Eric, por el miedo de que cambiara su actitud hacia mí, pero el otro día lo hice, le conté la verdad.
-¿Enserio? ¿Le has dicho la verdad?
-Bueno, no toda.
-Mia, ¿Qué verdad le has contado?
Mia empezó a caminar.
-Bueno sabe lo de mi hermana y lo de mis padres.
-¿Y las pesadillas?
-Le he dicho que solo son recuerdos.
Marie resopló a su lado, cogió a su amiga del brazo y la detuvo.
-Mia escúchame, el otro día estuve con un amigo, es profesor de la universidad de psicología. No le dije quien eras, pero hace tiempo que sabe tu historia. Y antes de que te enfades, él es quien me ha estado ayudando todo este tiempo contigo.
-¿Por qué has hecho eso?
-Porque no sabía a quién recurrir Mia, yo solo sé lo poco que he leído en libros y él es un psicólogo reconocido. Me dijo que te insistiera en que hablaras con él, que él podría ayudarte. Mia él no puede ejercer como médico solo quiere ayudarte como... mi amigo. Piénsatelo por favor.
-De acuerdo, lo pensaré, pero vámonos a clase o llegaremos tarde.
**
Eric no conseguía concentrarse en ninguna de las clases que tenía ese día. No dejaba de darle vueltas a la confesión de Mia. No lograba comprender como sus padres la abandonaron después de todo lo que había sucedido con su hermana. Cada vez que lo recordaba su cuerpo entero se tensaba, solo de pensar en lo que tuvo que sufrir le daban ganas de buscar a los padres biológicos de Mia para darles su merecido, pero aunque eso pudiera hacerle sentir más reconfortado durante unos minutos, sabía que luego se arrepentiría. Él no era así, él jamás había sido violento, pero quería a Mia por encima de todas las cosas. Ella en todo este tiempo había conseguido descongelar su corazón, su madre siempre le decía que acabaría solo si no cambiaba su forma de ser, pero entonces llegó Mia. Todo cambio por completo, después de tantos años viajando se dio cuenta de que al fin podría haber encontrado un lugar donde quedarse, donde hacer su vida, y quizás incluso dentro de unos años tener una familia, pero en todos sus sueños solo veía un rostro conocido, el de ella.
Cansado de perder el tiempo intentando entender lo que el profesor se esmeraba por explicar, guardó sus cosas en silencio y sin llamar la atención salió de clase. Mientras caminaba por los pasillos de la universidad recordaba palabra por palabra lo que Mia le había contado, no habían vuelto a hablar de ello. Quería entenderla, comprender el dolor que sentía, pero por mucho que se lo imaginase él era hijo único y sus padres a pesar de tener sus cosas, eran buenos padres.
La historia de Mia también le hizo comprender muchas cosas, Linda había criado a Mia desde que sus padres tomaron la decisión de abandonarla, y ella intentó por todos los medios hacerla feliz. Por eso cuando la conoció vio el amor en sus ojos, vio cómo se preocupada por ella, como la trataba. A pesar de que no las unían lazos de sangre, se veía que entre ellas había mucho más que una relación de madre e hija. Aquel pensamiento alegraba a Eric, suponía que Mia no lo había pasado bien, pero pensar que aquella mujer la había cuidado y la había querido como su padres no supieron hacer, le reconfortó.
Andaba distraído por los pasillos cuando se encontró con su primo, este al ver la cara que llevaba no dudó ni un momento en ir a ver lo que le sucedía.
-¡Eh! ¿Estás bien?
Le había prometido a Mia que guardaría su secreto, así que no le quedó otra que mentirle a su primo:
-Sí, solo pensaba en el examen de mañana.
-Eric, tu apruebas hasta con los ojos cerrados, no entiendo a qué viene ahora tanta preocupación. ¿Has discutido otra vez con Mia?
-Que va, estamos genial. De hecho voy a buscarla ahora, quiero invitarla a tomar algo, ¿Te vienes?
Kristian rio, y Eric lo imitó.
-¿Y estar de sujeta velas? No gracias primito, además si tardáis unas horas mejor, así las aprovecho con mi niña que últimamente dice que la tengo abandonada.
-Está bien, me voy no quiero llegar tarde.
Se dio la vuelta dispuesto a salir corriendo si hacía falta para llegar junto a ella lo antes posible.
**
Mia y Marie salieron poco después de que el timbre anunciara el final de las clases. Los pasillos estaban llenos de alumnos que corrían desesperados por llegar a casa. Caminaban como podían, intentando apartar a la gente que estaba bloqueando el paso.
De pronto la gente desapareció, los pasillos de la universidad quedaron atrás, y Mia no lograba ver a su amiga.
Estaba en un edificio abandonado, las paredes y el techo estaban medio reducidos, lo poco que quedaba en pie estaba cubierto hollín y ceniza. Estaba claro que aquel edificio había pasado a mejor vida hace unos años.
Escuchó pasos detrás de ella, pero no se volvió, esto debía ser otras de sus pesadillas y no quería verla. No podría soportar volver a sentir como la miraba, o el desprecio con el que la hablaba. Si fingía no verla quizás no la vería. Al fin y al cabo todo aquello era un sueño, su sueño, y ella decidía como manejarlos.
Caminó por los pasillos de aquella estructura buscando la salida cuando escuchó unas risas a través de una puerta. Se asomó intentando no ser vista y vio a una niña pequeña sentada en el suelo jugando con lo que parecía ser una muñeca de trapo. Hablaba sola y reía de vez en cuando de sus propias ocurrencias, estaba claro que esa niña no necesitaba la ayuda de nadie para pasarlo bien.
De repente aquella niña volvió su cabeza hacia la extraña que la miraba por la puerta. Mia se asustó al ver de quien se trataba, no podía ser.
-¿Mia? ¿Eres tú?
No. No. No.
No podía ser ella.
-¿Mia? ¿Has venido a buscarme?
Mia fue caminando hacia atrás huyendo de aquella niña, hasta que no pudo más y dio con la pared. La niña caminaba en su dirección. Tenía que huir de allí, tenía que salir corriendo, pero no podía alejar los ojos de aquella niña.
Aquella niña era la viva imagen de su hermana.
Todo pasó demasiado deprisa, la puerta se cerró sin más delante de sus narices.
-Mia, tienes que ayudarme. Por favor hermana, ayúdame... ¡Sálvame!
Aquello la sacó de su bloqueo, fuese o no otra de sus pesadillas Mia debía ayudar a su hermana, se movió lo más rápido que pudo para intentar abrir la puerta, pero esta no cedía. Al otro lado se oían los sollozos de su hermana y como esta le suplicaba una y otra vez que no la abandonase. Mia no podía dejar de llorar, no podía abrir aquella puerta, lo estaba intentando todo.
De pronto los llantos se callaron y el forcejeo de la puerta desapareció.
-¿Helen? Escúchame te voy a sacar de aquí ¿vale?
Pero no obtenía respuesta, siguió forcejeando con la puerta mientras con la mirada buscaba cualquier cosa que le fuera útil para poder hacer palanca, hasta que sus ojos se fijaron en ella.
“-Por mucho que lo intentes no vas a conseguir nada.”
Apartó corriendo la mirada de aquellos ojos. Debía ayudar a su hermana a salir de allí y llevársela lo más lejos que pudiera de aquella chica.
“-Mia ya te dije que tenías que ayudarme. Y ahora te he dado una razón por la que hacerlo, tu hermana...”
**
Eric llegó al salón tras dejar a Mia en la cama descansando.
-¿Cómo está?
-No lo sé, no ha dicho nada desde que la trajimos de la universidad, solo llama a su hermana. ¿Qué ha pasado?
Marie tampoco entendía lo que había ocurrido horas antes. Ella se encontraba junto a su amiga cuando se percató de que esta se había caído al suelo desmayada. Menos mal que muy cerca de ellas andaba Eric, que al ver la aglomeración de gente no dudó en acercarse a ayudar. Cuando vio que la persona que estaba en el suelo con los ojos en blanco era Mia, no tardó en reaccionar. La cogió en brazos y se la llevó lo más rápido que pudo a casa.
-No lo sé, fue muy rápido. Yo estaba hablando con ella cuando se desplomó y empezó a decir cosas extrañas.
Eric se llevó las manos a la cabeza. Mia le había contado su pasado, pero estaba claro que le había mentido acerca de sus pesadillas. Si tan solo fueran recuerdos como ella le hizo creer, ¿Qué fue lo que ocurrió aquel día que llegó con su primo a casa? O ¿Por qué se había desmayado hoy en la universidad? Había algo más, algo que le ocultaba.
Marie lo observaba, veía la frustración en su rostro. Anhelaba poder contarle todo lo que sabía, poder hablar con él hasta llegar a una solución, pero Mia se lo había hecho prometer esa mañana. Según ella ya tenía bastante que asimilar con lo que le había contado de su pasado.
-Hola...
Les sorprendió mucho a ambos ver a Mia, pálida como el yeso, apoyada en el marco de la puerta. Eric no lo dudó y fue corriendo hacia ella, la ayudó a llegar hasta el sofá.
-¿Cómo estás? –preguntó Marie.
-Bien, solo ha sido una bajada de azúcar... Me he agobiado con tanta gente en el pasillo, ya sabéis que a mí los sitios pequeños con tanta gente me saturan. Eric, ¿Podrías traerme un té?
Eric asintió, al poco desapareció en la cocina.
-Marie...
-Lo sé, ¿Me vas a contar la verdad?
Mia miró hacia el pasillo, y habló lo más bajó que pudo para evitar que Eric la pudiera escuchar.
-Ha sido horrible.
-¿La has vuelto a ver?
Mia asintió, pero antes de que su amiga preguntase más, ella empezó a explicarse:
-Pero esta vez ha sido diferente, esta vez a quien tenía que ayudar no era a ella... era a mi hermana.
Marie saltó del sillón donde estaba sentada y fue junto a su amiga a consolarla.
-Mia escúchame, está claro que esto se queda lejos de ser unas simples pesadillas, tenemos que hacer algo.
Mia asintió entre sus brazos.
-¿Puedo ir a ver a tu amigo?
Marie sorprendida por aquella pregunta la abrazó más fuerte todavía, estaba contenta porque por fin su amiga hubiera entrado en razón y a la vez orgullosa, después de tantos años Mia iba a hacer frente a sus miedos.
-Claro que sí, cuando tú quieras.
**
Al día siguiente Mia no volvió a mencionar lo ocurrido en la universidad. Estaba nerviosa, o más bien asustada, esa misma tarde iba a encontrarse con el amigo de Marie.
Estaba cansada de huir de los problemas, llevaba catorce años haciéndose creer que tan solo eran malos sueños, recuerdos que volvían una y otra vez a ella. Pero estaba claro que tanto el incidente de hace semanas y aquel mareo, iban más allá de ser unas simples pesadillas.
Ese día no fue a clase, no se veía con las fuerzas suficientes de enfrentarse a sus profesores y a sus largas explicaciones acerca del funcionamiento de las leyes. En cambio prefirió caminar por la ciudad.
Recordaba que sintió el primer día que llegó a Bergen. Ella acostumbrada a vivir en un pueblo rodeado de montañas, cuando llegó se sintió algo agobiada. Aquello era una cuidad, en la cual podía caminar sin que la gente susurrase tras su paso, en la cual podía pasar desapercibida si así lo deseaba. Bergen era una ciudad preciosa, desde el primer momento Mia se dio cuenta de que había hecho lo correcto. Después de tantos años sintiéndose observada en su pueblo, mudarse a una gran ciudad le pareció la mejor salida, la mejor forma de empezar una nueva vida.
Tras caminar durante varios minutos llegó al barrio histórico de Bryggen, siempre le encantaba ir ahí desde que supo lo que aquel muelle escondía. Hacía meses Eric le contó que aquellas casas que ahora miraba con adoración, llegaron a arder en varias ocasiones. Pero que por alguna razón tras los accidentes siempre las volvían a reconstruir, incluso algunas de ellas conservan todavía los cimientos de las primeras casas construidas muchos años atrás.
Adoraba aquella historia porque se veía reflejada en ella.  La vida de Mia al igual que aquellas casas se había desmoronado por culpa de un incendio, solo quedó una estructura, un cuerpo sin alma. Con la ayuda de su madre poco a poco fue superando la pérdida de su hermana y el posterior abandono de sus padres, pero todo era una fachada. En su interior todavía sentía el dolor por la muerte de Helen y la ira por la marcha de los que fueron algún día sus padres. Al igual que aquellas casas, ella tenía gente que la había ayudado a mantenerse en pie para hacer frente a los problemas de la vida. Su duda siempre era la misma, ¿Llegaría algún día a ser feliz? ¿Podría algún día borrar todo el dolor y vivir su vida? Muchas eran las preguntas que Mia tenía en la cabeza, pero que solo el tiempo podría responder.
Miró por última vez aquellas casas antes de darse la vuelta, tenía una cita y por muy poco que le gustase la idea no quería llegar tarde.
**
Cuando llegó a la universidad de psicología, algo en su estómago se encogió, empezó a sentir como todo su cuerpo temblaba. Todavía sentía que podía dar marcha atrás, podría darse la vuelta y correr hasta casa. Pero algo en su interior le daba fuerzas a seguir adelante, le había prometido a su amiga que asistiría a aquella cita y debía hacerlo.
Entró en la facultad justo cuando los últimos alumnos salían de las aulas, siguiendo las indicaciones que Marie le había dado la noche anterior llegó a la zonas de los despachos. Con miedo caminó por el largo pasillo hasta llegar a su destino.
“Despacho 1134, Profesor Kirk Peterson”
Con mano temblorosa llamó a la puerta.
-Un momento. –gritó alguien al otro lado de la puerta.
Mia retrocedió hasta sentir la pared en su espalda, sentía que debía apoyarse en algún sitio si no quería caerse al suelo. Estaba nerviosa, era la primera vez en años que iba por cuenta propia a visitar a un especialista.
Hace años, cuando todo ocurrió, el propio colegio aconsejó a Linda que llevase a Mia a ver al psicólogo del colegio, y esta accedió. Mia jamás hizo caso a nada de lo que aquella doctora le decía, esta insistía en que con más sesiones conseguirían mejores resultados, hasta que un día se dio por vencida y llamó a Linda para decirle que Mia estaba bien, y que no necesitaba más sesiones.
Ahora ya no era una niña y no estaba ahí su madre para protegerla.
La puerta se abrió y un chico de su edad salió mientras se reía. Se paró a mirarla un instante y después de recorrer su cuerpo de arriba abajo le guiñó un ojo y se marchó.
Pocos segundos después un señor no muy mayor se asomó a través de la puerta. La vio apoyada en la pared y sujetándose con fuerza al marco de la ventana. Pudo ver el miedo en sus ojos.
-Tú debes de ser Mia ¿verdad?
La boca de Mia estaba totalmente seca, se limitó a asentir.
-¿Por qué no pasas? Seguro que estarás más cómoda en el sillón.
Dicho aquello el profesor Peterson le sonrió y se apartó de la puerta para dejarla pasar. Mia indecisa empezó a caminar torpemente hasta entrar en el despacho. Escuchó como el profesor cerraba tras ella la puerta y caminaba hacia donde ella se encontraba.
-¿Quieres tomar algo? ¿Un té?
Mia negó con la cabeza. Vio el sillón y fue a sentarse, debía hacerlo si no quería volver a desmayarse.
Desde su posición vio como el profesor llenaba de agua la jarra para poder hervirla.
-No sabía que los profesores tuvieran hervidores de agua.
El profesor conocía muy bien a Mia a través de los ojos de Marie, sabia como debía actuar si quería que aquello funcionase. Debía mostrarle que podía confiar en él, antes de indagar en su dolor.
-Y no los tienen, pero si te pasas días enteros aquí necesitas fuerzas para poder con el trabajo, ¿no crees?
Mia asintió. El profesor tras dejar la máquina encendida fue a sentarse en el sillón que estaba en frente de Mia. Era la primera vez que no sabía cómo empezar una conversación, no quería asustarla, no quería que se marchara sin ayudarla. No sabía que temas eran demasiado fuertes para ella, debía andarse con pies de plomo, debía tener cuidado y medir bien sus palabras si quería que aquello saliese bien.
-¿Te encuentras bien? –Mia volvió a asentir.- Me alegro de que aceptaras mi oferta, Marie es una gran amiga y está muy preocupada por ti.
-Lo sé, si estoy aquí es por ella.
-Me alegro de que empecemos a hablar. ¿Quieres que te vaya preguntando yo o prefieres contarme tú lo que quieras?
Mia lo pensó durante un momento, ¿realmente quería contarle a aquel desconocido todo lo que le sucedía? ¿Podría confiar en él?
El pitido de la máquina informó de que el agua ya había alcanzado la temperatura deseada, el profesor se levantó y sacó de un pequeño archivador dos tazas, y preparó dos tés. Al llegar de nuevo a los sillones, dejó una de las tazas en la mesa que tenía Mia al lado.
-Quizás después si necesites un té.
El profesor sonrió mientras se volvía a sentar y esta vez Mia no pudo evitar devolverle la sonrisa. No tenía pinta de ser mala persona, hasta ahora estaba siendo bueno con ella, la última vez que estuvo en un psicólogo, esta no dejó de atosigarla a preguntas sin importarle como se encontraba.
-Gracias. –Suspiró y sin darle más vueltas al tema empezó a hablar.- Supongo que ya sabe porque he venido ¿no?
-Sí, Marie me ha mantenido informado, espero que no te moleste.
-No, supongo que no. Como usted bien ha dicho solo estaba preocupada por mí.
-Mia por favor no me trates de usted. Una de las razones por la que quiero que estés aquí es porque sientas que puedes confiar en mí. Yo no soy médico, por lo tanto prefiero que me tutees, y me llames por mi nombre, ¿de acuerdo?
-Claro.
-Bien. – la volvió a mirar, desde pequeño había aprendido a observar a la gente, ver como reaccionaba ante diversas situaciones. En aquella chica no vio a una niña de veinte años como cuando hablaba con Marie, en sus ojos vio el miedo y la tristeza. Por su aspecto físico se podía afirmar que el poco descanso y el estrés le estaban pasando factura, ahora entendía porque Marie había recurrido a él tantas veces. - ¿Cómo te encuentras?
Aquella pregunta sacó a Mia de sus pensamientos, había estado recorriendo con la mirada el despacho. Nunca pensó que aquella conversación empezaría con esa pregunta.
-¿Tengo que ser sincera no?
Kirk no pudo evitar reírse, a pesar del aspecto de aquella chica, pudo darse cuenta que su personalidad a veces daba señales de lucidez.
-Bueno se supone que has venido aquí a serlo. Podrías mentir pero no ayudaría mucho ¿no crees?
Mia asintió avergonzada.
-Pues... no muy bien.
-¿Prefieres que empecemos hablando de lo sucedido hace unos días o que empecemos mejor desde el principio?
Mia miró a Kirk, intentaba descubrir porque era tan amable con ella, le estaba dejando en todo momento decidir cómo llevar aquella conversación. Estaba claro que su amiga tenía razón.
-Supongo que por el principio.
-Está bien, ¿Cómo te sentiste cuando sucedió lo de tu hermana?
Mia guardó silencio, sabía que ir allí sería doloroso, removería temas que jamás tocaba por miedo a no poder contener sus emociones. Pero ahora se daba cuenta de que si quería solucionar lo que le ocurría, debía abrir su corazón, debía abrirlo al dolor y dejar salir todos los sentimientos que tenía enterrados en él.
-Mal... Ella lo era todo para mí, mucho más que mis padres. Éramos uña y carne... yo no hacía nada si ella no estaba a mi lado. Cuando... cuando se fue... yo...
-¿Te sentiste vacía? ¿Sola?
Mia asintió, era incapaz de hablar de ello sin llorar.  El profesor se dio cuenta de cómo el gesto de la chica había cambiado por completo y preocupado preguntó:
-¿Estás bien?
-No. Pero he de hacer esto.
-De acuerdo. Mia es normal que en ese momento te sintieras así, de hecho perder a un ser querido nos debilita, nos hace más sensibles a cualquier cambio en nuestra vida. Si encima hablamos que la persona fallecida fue tu hermana gemela, el golpe es mayor. Pero tus problemas no solo son causa de aquel terrible accidente. Hay que añadir el abandono de tus padres. ¿Qué te hizo sentir aquello?
-No lo sé, en su día pensé que de verdad iban a regresar. Pero... no lo hicieron.
-¿Y que sientes ahora hacia ellos?
-Ira, odio, no sé. Hay veces que pienso en ellos pienso que van a volver a buscarme... pero luego recuerdo lo que hicieron...
.- Esos sentimientos son del todo normales. Hay que ponerse en tu lugar, eras una niña de seis años que vio como la casa en la que su hermana estaba, estallaba en llamas y luego vio como sus padres por miedo a no poder superarlo la abandonaron. Si no sintieras ira hacia ellos Mia no serias humana.
Mia asintió.
-Mia una de las razones por las que estas así es por todo el cúmulo de sentimientos que tienes en tu interior. Perder a un ser querido para un niño es muy difícil, tu tuviste que asumir la muerte de tu hermana en tan solo unos días, para luego tener que asumir la partida de tus padres. Cuando se es pequeño y estos sentimientos no se tratan como es debido dejan secuelas en la vida adulta.
-¿Qué quiere decir?
-Quiero decir que todo lo que estás pasando es normal. Por lo que se tu madre de acogida en vez de profundizar en todo lo que ocurrió prefirió intentar evadirlo, supongo que pensaba que esa era la mejor solución. Pero eso puede funcionar con un adulto, no con un niño. Los niños no saben distinguir lo vivo de lo muerto, y cuando tú esperabas que tus padres volvieran, no esperabas solo su regreso sino también el de tu hermana. Ver que eso no sucedía hizo que el sentimiento de soledad creciera con el paso del tiempo.
-¿Y mis pesadillas?
El profesor se quedó mirando a los ojos de Mia, no sabía cómo contestar a aquella pregunta. Desde que Marie le contó lo que le sucedía a su amiga, para él siempre había sido un misterio. Quería contestar, pero debía buscar las palabras adecuadas...

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